Este blog es dedicado a las familias católicas y a quienes buscan realizar el llamado a la santidad viviendo en plenitud el don de la vida a través de su propia vocación como hombres y mujeres, padres de familia, abuelos, jóvenes y niños. Los enlaces y temas ofrecidos son recursos considerados como herramientas para la vida cristiana. Esperamos en Dios que les sea de alguna ayuda. Que Dios bendiga a nuestras familias.







martes, 1 de noviembre de 2011

Día de Todos los Santos


“La liturgia de hoy nos invita a contemplar el amor infinito de Dios, que se refleja en la victoria de los que ya gozan de su gloria en el cielo".
(Benedicto XVI - Fiesta de todos los Santos - Noviembre 1, 2011) 

   Hoy 1 de Noviembre celebramos el día de todos los Santos. Es un día en el cual la Iglesia Católica reconoce a los "Santos del Cielo", invitandonos a gozarnos con quienes han alcanzado la bienaventuranza eterna, hombres y mujeres que vivieron una vida cristianamente ejemlar y heróica, tanto extra ordinaria como ordinariamente, siendo muchos los reconocidos formalmente por la Iglesia Católica como modelos elemplares de la vida cristiana, pero millones de muchos más, reconocidos por Dios mismo a través de su entrada al cielo.

   Todos estamos llamados a ser 'santos' y hemos sido creados para la "Gloria" eterna, lo cual consiste en estár con Dios para siempre gozando en su amor perfecto e infinito y en comunión con todos los santos del cielo.

   El camino aquí en la tierra es incomparablemente corto comparado con la vida eterna que nos tiene preparada el Señor. Pero aún así, el tiempo que vivimos en esta vida terrenal es a la vez una escuela de vida y un campo de batalla en los cuales debemos aprender y luchar  no solo por nuestro bien temporal, si no que también y con mucha más convicción y decisión, por nuestro bien eterno. Y, aunque no estamos solos en esta misión, ya que se nos da la ayuda de un ángel que nos resguarda toda nuestra vida, se nos ha dado una 'madre del cielo' que intercede por nosotros y vivimos bajo la intercesión de los santos y nuestros seres queridos, y de muchas maneras se nos dan la gracias necesarias durante nuestra vida, al final de cuentas, TODO depende de nuestras intenciones hechas obras, a través de nuestra fe, nuestra esperanza e indispensablemente de nuestro AMOR.

Asi es que...a hecharle ganas.


¿Sabías Que...?

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:


- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.

domingo, 23 de octubre de 2011

Reflexion Sobre el Evangelio del XXX Domingo del Tiempo Ordinario

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". (Mateo 22; 34-40)

REFLEXION:
 
    De estos dos mandamientos depende nuestra salvación.
 
   Si nos fijamos en los Diez Mandamientos de Dios, encontraremos que los primeros tres corresponden a nuestra relación con Dios, y los otros siete para con el prójimo. Por eso Jesús nos dice al final de este Evangelio que, de amar a Dios de todo corazón, alma y espíritu, y al prójimo como a uno mismo, depende toda la Ley y los Profetas. Al decir 'la Ley' Jesús se refiere a los 'Mandamientos de Dios' y al decir 'los Profetas', se refiere a todos los 'mensajes' que Dios había mandado a 'Su pueblo' a través de los mismos profetas.
 
    Así que todo lo que hagamos en nuestra vida debe estar relacionado a estos dos mandamientos. 
 
    El amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el espíritu, significa amarlo con toda nuestra capacidad. La cosa es que para poder amar a alguién se necesita tratarle y conocerle. No se puede amar a quién no se conoce. El amor implica más que una atracción, un interés o un gustar. El amor exige respeto, fidelidad, entrega, sacrificio y paciencia. Podemos aprender muy bien sobre el amor basandonos en una relación de matrimonio. Para que ese matrimonio sobreviva los desafíos de la relación, tiene que haber verdadero amor y no solo sentimientos, sino también obras. El amor entre una madre y sus hijos es otro ejemplo, y no se basa solo en una relación biológica. Ser madre implica de una total entrega a los hijos, de un morir a si misma para dar vida a quienes ella ama y por quienes vive. El ser papá también implica una entrega, un darse un morir a 'mi tiempo' o 'mis cosas' y darselo a 'mis hijos'.
 
    Lo primero que debemos recordar es que Dios nos amó primero enviando a Su Hijo como 'victima' para morir por nuestros pecados (1 de Juan 4; 10) .  Y que nuestro amor a Él se basa en corresponderle por su incondicional amor e infinita bondad hacia nosotros. Nuestro amor a Dios es un amor de 'hijos' hacia un 'Padre Bueno'. Un amor que reconoce todo lo bueno que este 'Padre' ha hecho por nosotros y que se alegran por tenerlo.
    Cuando uno es pequeño, busca siempre agradar a sus padres, recibir su aprobación, cariño y aplausos. Aunque todo lo pide, también todo lo da; su confianza, fiidelidad y corazón. Y aunque no siempre se obedece, sabe reconocer quien manda, quien es la autoridad y quien lo provee todo. Su mundo es alegre. Ama porque es amado, se sabe amado y se siente amado.
De esta manera  Dios espera que le amemos; como un hijo (a) ama a sus padres. No quiere que sea para nosotros un yugo pesado, sino un placer. ¿Quién estando enamorado ha sentido el amar como un yugo? al contrario, el amor hace cualquier yugo mucho más ligero.
 
    Para 'amar al prójimo' Jesús nos ha enseñado claramente en la parabola del 'Buen Samaritano' que no debe haber distinción. Todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre que nos ama a todos, por igual, incondicionalmente. Hay tantas maneras de amar como lo hay oportunidades para hacerlo. Cada dia y en cada momento, a diferentes personas, de diferentes maneras, a nuestros seres queridos, los más cercanos a nosotros, a nuestros amigos, compañeros de escuela, trabajo o servicio, y hasta a los extraños. 
 
"Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver." (Mateo 25; 35-36)
    De esto depende la Ley y los Profetas.
 
 
PREGUNTAS:
 
1. ¿Qué me impide amar a Dios como lo debo amar; más allá de los sentimientos?
 
2. ¿Qué me impide amar a mi prójimo; no al que es a todo dar y me la hace fácil, sino a aquél o aquella a quien le saco la vuelta o veo con repugnancia?
 
3. ¿Qué le digo a Dios?
 
 

sábado, 15 de octubre de 2011

Reflexión del Evangelio del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario - Mateo 22, 15-21

    Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.

Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie.  Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?".

   Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?  Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario.

 Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios".

   Los fariseos buscaron de muchas maneras hacer caer a Jesús en contradicción. Querían desacreditarlo ante el pueblo que lo admiraba y seguía.  (La envidia siempre provoca sentimientos de maldad hacia el prójimo).

   Pero Jesús tenía la herramienta necesaria para combatir las fuerzas de los corazones dominados por esta envidia; tenía al Espíritu Santo. Y así, de muchas maneras pudo contestar las venenosas preguntas de quienes buscaban matarlo.

   Bien les dijo Jesús a sus apóstoles, que, cuando estuvieran padeciendo ante los jueces y autoridades, 'llegada la hora, el Espíritu Santo les indicaría que decir' (Lucas 12, 11-12).

Jesús lleno del Espíritu de Dios y del conocimiento de la Palabra de Dios, siempre tuvo las 'palabras apropiadas' para responder a sus adversarios.

   En el desierto, supo responder con la 'Sabiduría de Dios' a las tentaciones del Diablo (rey de la mentira), ante los acusadores de una mujer adúltera supo responder con 'una espada de doble filo' diciendoles: "El que sea libre de pecado que arroje la primera piedra", a los que lo pusieron a prueba en lo referente al impuesto les dijo: "Den al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios, lo que es de Dios", y ante Pilato supo callar.

Cuando 'uno' ora y lee la Palabra de Dios, suele 'uno' hablar y callar como Dios, y decir las palabras apropiadas cuando hay palabras que decir.
  
Todos hemos experimentado la tentación de hablar de más, o de aprovecharnos del hábil y ágil vocabulario que nuestro cerebro puede producir en defensa ofensiva contra quien tal vez nos ha hechado en cara una debilidad nuestra (ouch!), cayendo y cometiendo una bobada, lastimando o agrandando el problema.

Cuando pensamos con nuestros temores y nuestro egoísmo, con ellos hablamos también.

Tal vez, alguna vez hemos podido frenar la lengua y detenernos (yupi!), pero más de lo que quisiéramos nos hemos arrepentido de lo que hemos dicho o de la respuesta que hemos dado.

Para no caer tan frecuentemente en esto, se necesita la virtud de la prudencia. Así podremos hablar con la verdad y con la justicia, y con la Palabra de Dios y la inspiración del Espíritu Santo, y no con nuestras propias palabras, que a veces son como campanas que nomás resuenan.

Y así le daremos a Dios lo que es de Dios; la honra y gloria que él se merece.

Amén.












viernes, 22 de abril de 2011

El Triduo Pascual



   Los últimos tres dias de la Semana Santa nos predisponen como acontecimientos que van en escala de preparación hacia la Pascua. A este conjunto de eventos de estos tres dias se le llama el "Triduo Pascual".




    El jueves santo por la mañana, el obispo celebra con todo su presbiterio (todos sus sacerdotes) la misa de la bendición de los santos óleos (óleo catecumenal, óleo de unción de enfermos y el santo crisma) que se usarán durante el año en la administración de los sacramentos del bautismo, la confirmación, el orden sacerdotal y la unción de los enfermos. Esto nos revela que del mismo misterio pascual surgen y dependen los sacramentos de la Iglesia.




    En la misa del Jueves Santo, por la tarde, la solemnidad de esta misa es dedicada al memorial de la última cena del Señor Jesús con sus apóstoles, en la cuál instituye la Eucaristía y el Sacerdocio.




    Se hace el lavatorio de los pies por parte del sacerdote que preside la misa, a imitación del Señor Jesús que quizo dejar a los suyos la enseñanza de la necesidad del amor y la humildad en la disponibilidad del servicio cristiano dejando eco en las palabras: "Les doy un mandamiento nuevo: Amense entre ustedes como yo los he amado; en esto reconocerán que ustedes son mis discípulos" (Juan 13, 34-35).

Al terminar la misa se saca el santísimo del sagrario y se reserva  en un lugar digno en donde se le adora durante toda la noche.






    El viernes santo se observa el ayuno y la abstinencia de carne. Por nuestro bautismo nos unimos a la pasión y muerte de Jesús, participando del Via-Crucis y la liturgia de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Es el único día del calendario litúrgico en el que no se celebra la santa misa. Es un día de duelo para la Iglesia.
  
     Este día nos identificamos con un Jesús debil, cansado y lleno de dolor, que abraza su cruz con la convicción de cumplir su objetivo confiandolo todo en las manos del Padre amoroso. Nos identificamos con su sed de amor. de justicia y comprensión, y con su profundo dolor al ver la indiferencia de tantos hombres; el rechazo. La corona de espinas en su cabeza fue una burla por parte de los soldados romanos como el rey de los judios, pero no sabían que contribuían al dolor que les habría las puertas del cielo. A un santo una vez Jesús le dijo: "Mis enemigos me pusieron una corona de espinas en la cabeza, pero mis amigos me la pusieron en el corazón". Creo que todos nos podemos identificar con esto. A veces, canta el gallo de nuestra negacion. Pero aún así, él nos perdona y quiere mantener nuestra amistad. Y aún que su mirada nos apena y su silencio espanta nuestras conciencias, porque sabemos que deberiamos de hacer más, Jesús no nos condena; él nos ama. 

    Podemos ver o imaginar como la sangre de Jesús corre por su cara, sus manos, su espalda, sus piernas y como salpica a quienes se le acercan, a quienes le quieren lastimar y a quienes le quieren ayudar. Pero hay quienes no se quieren acercar. No se atreven. Hay quienes se sienten más comodos verlo de lejos. Hay quienes no se comprometen con el dolor de Cristo. No lo hacen suyo. No quieren ensuciarse. No saben que esa sangre es directa causa suya, o quiza no lo quieren reconocer. Esa sangre, la sangre con la que fuimos rescatados. La sangre del inocente que pagó el rescate de nuestra salvación. También con ella nos debemos identificar.






La Iglesia vive el duelo de la muerte del Señor.

     El sentimiento de tristeza y pena inunda el corazón de quienes reconocemos que Dios mando a su Hijo único a salvarnos por el perdón de nuestros pecados (Juan 3, 16-17). Nos debe doler! Si la creación se conmovió al ver morir al creador, ¿Porque no conmoverme yo?







Despreciado, desechado por los hombres,
abrumado de dolores y habituado al sufrimiento,
como alguien ante quien se aparta el rostro,
tan despreciado, que lo tuvimos por nada.

Pero él soportaba nuestros sufrimientos
y cargaba con nuestras dolencias,
y nosotros lo considerábamos golpeado,
herido por Dios y humillado.

El fue traspasado por nuestras rebeldías
y triturado por nuestras iniquidades.
El castigo que nos da la paz recayó sobre él
y por sus heridas fuimos sanados.

Todos andábamos errantes como ovejas,
siguiendo cada uno su propio camino,
y el Señor hizo recaer sobre él
las iniquidades de todos nosotros.

Al ser maltratado, se humillaba
y ni siquiera abría su boca:
como un cordero llevado al matadero,
como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.

Fue detenido y juzgado injustamente,
y ¿quién se preocupó de su suerte?
Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y
golpeado por las rebeldías de mi pueblo.

Se le dio un sepulcro con los malhechores
y una tumba con los impíos,
 aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca.
El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento.

Isaías 53, 3-10




 


    El mismo viernes se hace la adoración a la cruz. La cruz como símbolo e instrumento de nuestra salvación. Se dice que los Persas inventaron la crucifixión y que los romanos la perfeccionaron. La cruz siempre había sido signo de condanación y muerte, pero cuando Jesús se acostó en ella, la convirtió en signo de salvación y vida eterna.

    En la adoración a la cruz se debe entender que no se adora la cruz directamente, ya que es solo un objeto material, sino que a través de la cruz adoramos a quién a través de ella nos redimió. Ver explicación: ¿Porque adorar la Cruz? 

El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios. (1 Cor. 1, 18)







   El sábado de gloria es el puente entre la muerte y la resurrección de Jesús. Es como la madrugada entre la noche oscura y la mañana del nuevo día. En esta noche se lleva a cabo la vigilia pascual. Se bendice el fuego nuevo y con este se enciende el cirio pascual que representa a Jesús, la Luz del mundo (Jn. 8, 12). De este cirio pascual se encienden todos los cirios de los fieles presentes. El cirio lleva la primera y última letra del alfabeto Giego - alpha y Omega - pues Jesús es el Principioy el Fin, y en él se perpetua la salvación de todos los hombres, por los siglos de los siglos, desde Adán, hasta el último hombre creado. Solo a través de Jesús, Dios Padre ha manifestado su amor a la humanidad y este amor se ha transmitido por todo el mundo como un fuego nuevo que solo él, Jesús, nos puede dar.





    El sábado de gloria nos compromete a renovar la fe de nuestro bautismo.  Después de una exhaustiva celebración de la Palabra que nos  narra la historia de nuestra salvación a través de la historia del pueblo de Israel, se encienden las luces con el canto del Gloria y se canta el Aleluya antes del pregón pascual (antiguo poema de pascua). Es una fiesta! Un gozo divino que llena la iglesia y los rostros de quienes en la fe, celebramos el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas y el trinfo de la libertad sobre la esclavitud. Es la fiesta de fiestas!




    Porque la pascua es la fiesta más importante que celebramos como Iglesia. Si bien en la Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, en la Pascua celebramos su resurrección. De nada serviría nuestra fe y todo lo que hacemos por ella si Jesús no hubiese resucitado (1 Cor. 15, 14).

   Más allá de los huevos decorados, las canastitas de paja, los conejitos de chocolate, los jelly beans, la comida especial, la cazería de huevos escondidos y el ponerse todos guapos para ir a misa, debemos recordar y conmemorar en familia el don de la vida eterna que Jesús nos concedió a través de su resurrección. Enfatizar más el gozo en Jesús que nos ha salvado. Explicar a nuestros hijos, a cada quién de manera especial según su edad, el por qué celebramos la Pascua y por qué es tan importante, aunque a veces parezca que no entienden o que quiza que no les importe. Porque la verdad es que si escuhan, si entienden y si aprenden. No olvidemos también poner el ejemplo. Una obra vale más que mil palabras, especialmente la de papá y mamá. Hay que confesarse y estar preparados para comulgar, para recibir en nuestro corazón a nuestro Señor resucitado. Hay que transmitir el gozo y la fe. En hora buena1

    Quisiera despedirme con un abrazo de "Felices Pascuas" para todos. Que el Señor bendiga a nuestras familias y nos lleve algún día a contemplar la luz de su rostro por medio de nuestra fe en aquél que resucito de entre los muertos para resucitarnos a nosotros también en el último día. Esa es nuestra meta!! Recuerda que tú, tu familia y todos, estámos llamados a ser santos; a ser una Iglesia doméstica en camino a la santidad. Aleluya!!











domingo, 20 de marzo de 2011

La Transfiguración



Evangelio según San Mateo 17,1-9.


    Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
    De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".

    Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo". Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".

Palabra del Señor.



   El acontecimiento de la transfiguración de Jesús narrado en el Evangelio de Mateo nos da un anticipo de la Resurrección de Jesús.  Nos "revela" la identidad divina de Jesús, el HIjo amado de Dios.

    En el Rosario, el cuarto misterio de Luz, o luminoso, es la Transfiguración de Jesús. El fruto de este misterio es la santidad. La santidad y la resurrección van de la mano. TODOS somos llamados a la santidad. Y como hijos de Dios, por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, hemos sido desde el principio, pre-destinados al Cielo por medio de la santidad. Se nos ha apartado un lugar en el tren de la resurrección a la vida eterna. El boleto es gratis (nuestra salvación), el obtenerlo cuesta (nuestras buenas obras-la santidad).



    En la cuaresma somos llamados a ser otro Cristo, transfigurandonos en él a través de la oración, la penitencia (ayuno y/o mortificación) y la limosna (caridad-buenas obras). No es facil imitar a Jesús, y pensandolo bien, no es facil ni imitar a los santos, ni a la persona mas buena que conozcamos. Pero, nada es imposible para el que cree.


   
   Y hay que dejarse quebrantar, transformar, moldear y remodelar por Dios. El barro se transfigura en el horno. Es en el fuego de la humillación y el dolor, en donde mostramos de lo que verdaderamente estamos hechos y en quién verdaderamente confiamos.





    Nuestro rostro refleja la luz de Cristo cuando lo llevamos en nuestro corazón. He visto rostros cambiar despues de un retiro, de comulgar en Misa o después de una confesión. He visto frentes arrugados y caras de pocos amigos irradiar la luz de Cristo despues de un encuentro con él.




    Nuestra vestidura (alma) se hace blanca como la nieve por nuestras buenas obras e intenciones. Somos transfigurados (transformados) al obedecer los 10 Mandamientos de Dios que nos dió a través de Miosés y cuando escuchamos las advertencias de los profetas como Elías. Cuando nos confesamos, nuestra alma vuelve al estado de pureza de nuestro bautismo. 





   He visto a hombres volver a ser como niños, y a grandes pecadores arrepentirse  y convertirse a Dios.





   La nube luminosa representa la visible y notable presencia de Dios que guía nuestras vidas. Su providencia nunca falla. Su amor es eterno. La sombra del Altísimo que cubrió a María, nos cubrirá a nosotros de manera especial mientras que le digamos sí como María. Si Señor, hágase en mi según tu Palabra. Las nubes traen agua.  Agua que bendice, que riega la tierra para que de fruto. Solo en Dios podemos dar buen fruto, solo en él nuestras obras permanecen.





    Dice el Evangelio que los discípulos sintieron miedo de la presencia y la voz de Dios. A veces da miedo seguir a Cristo. Es algo desconocido. Da miedo soltarle el volante de nuestra vida. ¿A donde me llevarás Señor? Hay miedo al compromiso, al fracaso, al qué dirán, al qué no dirán.

    También le da miedo a los nuestros. Se asusta nuestra pareja. ¿Pues qué te dieron vieja? o ¿Qué te hicieron viejo? Nos ven con curiosidad. Les incomoda el gozo inexplicable. Les da miedo el pensar estar expuestos a Dios. Se confunden. La confusión causa anciedad y temor. Nos dicen: "Tú no éras así" y como Pedro y los otros dos discípulos sienten miedo a lo desconocido y lo divino.

    Pero, no todo es divino. Hay muchas cosa humanas que nos seducen a huír de la transfiguración de nuestra vida, o dejarlo para después.





    Y si nos creemos muy transfigurados por lo que hacemos o somos, siempre hay alguién en casa que nos baja los pies a la tierra recordandonos nuestras debilidades humanas, malos habitos y vulnerabilidades. Nos pisan la pata con la que cojiamos cuando se nos duerme. Eso es bueno. No se nos vaya a quemar el pan. Por eso Jesús bajó de la montaña. La transfiguración no es pasiva, es activa. Sin obras, nuestra transfiguración es nula; puros foquitos de navidad. No es irradiación divina, sino radiación humana o SOBERBIA que es lo mismo.





    Hagamos esta Cuaresma un viaje a la cima del Monte Tabor con el Señor Jesús, y dejémonos transfigurar por él. No olvidemos bajar, y con nuestras obras buenas, obras de amor, alcanzar el tren de la vida eterna. Amén.

Saludos y Bendiciones.

miércoles, 9 de marzo de 2011

CUARESMA 2011



     Hoy inicia la cuaresma, y con ésta, nuestra jornada de conversión a Dios. Con la ceniza en la frente damos testimonio de nuestra intensión al arrepentimiento; nos declaramos pecadores (Salmo 51, 5). La ceniza simboliza el polvo del cual hemos sido creados (Gen. 2, 7) y lo inutil que somos sin la gracia de Dios. Lo negro de la ceniza nos recuerda la mancha que deja el pecado en nuestra alma. Pero, con el pulgar se nos marca una cruz en la frente. La cruz es signo del perdón, de la misericordia de Dios, de nuestra salvación; por la cruz hemos sido salvados (1 Cor. 1, 18). La ceniza no nos salva; ¡Cristo ya nos ha salvado!


     Jesús fué conducido al desierto por el Espíritu Santo  despues de su bautismo en el Rio Jordan y antes de iniciar su misión mesianica. Ahí oró y ayunó por cuarenta días. Fué tentado por Satanás tres veces, pero Jesús vence las tentaciones al renunciarse a si mismo (Mt. 4, 1-10). La cuaresma que nosotros vivimos refleja estos cuarenta dias que pasó Jesús en el desierto. Somos llamados a imitar a Jesús con oración, ayuno y caridad (Mt. 6, 1-18). Solo así, renunciando a nosotros mismos, podemos vencer las tentaciónes y evitar el pecado.



     La cuaresma también refleja los cuarenta años que pasó el pueblo de Israel en el desierto en busca de la tierra prometida (Ex. 16, 35), los cuarenta días del diluvio (Gen. 6, 17) y los cuarenta días que Jonás predicó el arrepentimiento a Nínive (Jon. 3, 4).



     El número cuarenta es simbólico de tiempo de prueba y madurez. El adulto se juzga haber madurado a sus cuarenta años de edad. Lleva la sabiduría de la experiencia de la vida. Nuestra participación en la cuaresma debe llevarnos a una sincera conversión a Dios. Si ya nos hemos convertido a Dios, debemos entonces profundizar en nuestra conversión. Debemos buscar madurar en nuestra fe. Fortalecer nuestra relación con Dios. Avanzar en nuestro camino a la santidad.


     Si Dios no es el centro de tu cuaresma estarás gastando tu tiempo. Si la oración, el ayuno y las obras de caridad son una carga para tí o una ley que pesa, tu corazón despreciará la gracia de Dios como el niño desprecia la vitamina de la espinaca que se come a la fuerza. La cuaresma debe ser una luna de miel entre el alma y Dios. Un tiempo de profunda e intima comunión con Dios.
 


     El sacrificio del ayuno y la abstinencia a la carne es mortificación que debilita la carne y foralece al espíritu (pon atención) solo si hay oración y caridad. La oración sola y sin obras de caridad es como sal sin sabor. Las obras buenas no solo son para quienes amamos, a quienes queremos o a quienes nos combiene dar o tratar bien. La caridad va más allá.


                                                           

     Decía Beata Teresa de Calcuta: "Åma hasta que duela". La cuaresma suele doler. Especialmente cuando renunciamos a cosas que nos gustan demasiado como el chocolate, la coca-cola, la tele, el chisme (comer carne), el pan dulce, decir la útima palabra, comprar - comparar - comprar y otros malos habitos. El orar, rezar el rosario o el Vía-Crucis es tiempo de uno al que se renunicia para Dios. Se retuerce la carne, ya sé. Es una batalla interna. Pero sola no puede el alma, necesita de la gracia de Dios. Se debe vivir una cuaresma sincera y fructifera. Se debe saborear lo amargo como lo dulce. Solo así se aprecia el sabor.



   
 El ayunar pone a gente de malas. Yo conozco a varias personas (soy una de ellas).

  

     Todo esto no es en vano. No es castigo. Es una respuesta a Dios. Es una reacción a una acción, a la      misericordia de Dios a través de la salvación en su Hijo Jesús (Jn 3, 16), a la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados, a no ser indiferentes al amor de Dios. Nuestra participación de la cuaresma sensibilza en nosotros la presencia de Dios en nuestras vidas y en la de los demás. Debemos escuchar en vez de oír, observar en vez de ver. Buscar la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos. Buscar la sanación de nuesras vidas. No quedarnos con los brazos cruzados en la última banca de la iglesia distraídos por nuestros problemas.



     Este es el tiempo que Dios ha preparado para ti; para que arregles tus cosas y tus pendientes con Él. Jesús ha instituido el sacramento de la reconciliación. En el confesionario está Dios Misericordioso (Lc. 15, 20) esperandonos. No somos eternos. Tarde que temprano daremos cuentas a Dios por lo que nos ha encargado y encomendado. Este es el tiempo para volvernos a Dios, sinceramente. El siempre te espera con los brazos abiertos. No tengas miedo. Dios te áma.



"Vengan a mi los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré."
Mt. 11, 28


jueves, 3 de febrero de 2011

Diario de María




A ti Vengo


Buscando paz y alivio a tí vengo, María

Con plena confianza pues nunca me has fallado;

Que siempre ante tus ojos, la paz había encontrado

Y en tus divinas manos la calma y la alegría.



Tu siempre has contemplado mi nefando camino,

Pues era un miserable, mediocre y orgulloso,

Ligero en el pecado, sin pausa y sin reposo,

Arruinando implacable mi vida y mi destino.



En ti encontré el ejemplo y en ti logre la ayuda

Para salir resuelto del mundo pozo inmundo y ciego,

Y en ti encontré acogida en ti encontré el sosiego

Y a Cristo tuve acceso contando con tu ayuda.



Confieso que fui dado al dolo y al delito,

Protervo en el peligro de roces y caídas,

Mas tengo confianza en tus manos tendidas

Que afables me conducen ante el Padre bendito.



Y al fin madre inefable, espejo de justicia

¿A quien iré que sienta la divina apetencia

De llevarme ante Cristo con mi triste dolencia

Y allí gozar gloriosos de inefable delicia?



Rafael Ángel Marañón








martes, 1 de febrero de 2011

Deberes de los padres para con sus hijos - Parte 1



La Familia, primera escuela de fe ( 6.4.1)
Del Documento Conclusivo de la V Conferencia General de Aparecida 

303 - Es, además, un deber de los padres, especialmente a través de su

ejemplo de vida, la educación de los hijos para el amor como don

de sí mismos y la ayuda que ellos le presten para descubrir su

vocación de servicio, sea en la vida laical como en la consagrada.

De este modo, la formación de los hijos como discípulos de Jesucristo,

se opera en las experiencias de la vida diaria en la familia

misma. Los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y

la madre para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud

de vida. La “catequesis familiar”, implementada de diversas

maneras, se ha revelado como una ayuda exitosa a la unidad de

las familias, ofreciendo además, una posibilidad eficiente de formar

a los padres de familia, los jóvenes y los niños, para que sean

testigos firmes de la fe en sus respectivas comunidades.

lunes, 31 de enero de 2011

domingo, 30 de enero de 2011

Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronze que resuena o campana que retiñe.

1 Corintios 13, 1